miércoles, 2 de septiembre de 2020

Blue Goat 24

 La cabritilla azul emprendió el regreso.

  Tras un viaje que atravesó Europa en un momento extraño para sus gentes, un virus extendido por todos los países imponía medidas de alejamiento entre los cuerpos, horas de entrada a los museos, máscaras a los ocupantes de los tranvías. Aún así, Blue Goat cruzó las fronteras con la facilidad de un lápiz sobre el mapa, ningún obstáculo en su ruta. Ningún problema en su mecánica. Era su viaje de estreno, recién salida del concesionario, y ¡casi se hace todo el rodaje! ¡Menuda cabra!, ya le he visto tirar para el monte, rodar alegre en cuanto tuerce a un camino. Por eso, la vuelta fue por carreteras secundarias, atravesando los bosques de Francia. Los viejos bosques, ¡tan vivos!, cercanos a la frontera con Luxemburgo, altos árboles en terrenos de pizarras donde viven los osos y los niños miran al fuego, cuando es la hora de los cuentos, bajo tejados grises. Los nuevos bosques de las Landas con árboles para papel, menos mal que también, a la orilla del Atlántico, sujetando las dunas, hay pinos expertos en enmarañar la fluida arena. 

Perdiéndose. Encontró una señal en un crucero, se acercó a la puerta de una floresta habitada por seres no visibles, callejeó por calles medievales con casas como de caja de chocolates, se perdió en el laberinto verde del macizo central, encontró castillos y estanquitos donde un aviso de otoño posaba pequeñas hojas amarillas.

Volvía victoriosa, empapada de historias, cansada...

Paró a repostar, un campo de girasoles encrespaban sus hojas como picos verdes rígidos ante el sol del poniente. Habíamos llegado... o casi.

sábado, 29 de agosto de 2020

Blue Goat 23

 Que la vida es como un río es un tópico utilizado sin descanso a lo largo de generaciones de filosofas y escritoras. No por eso se gasta el tópico que, como el agua, siempre se renueva y no te bañaras dos veces… Aún así, tengo que decirlo: siento el río de la vida discurrir. Ya no es arroyo impetuoso amante de granitos ni cascada perdida en cañones calizos. Hubo momentos de planicie y hastío donde las aguas calmas se perdían en charcos, cañaverales y pantanos,  como en el Danubio, inmenso en los llanos de la baja Austria. Sí hay un río largo que cruza Europa ese es el Danubio, frontera y puente, bisagra del oriente y occidente europeo. Cauce poderoso con densas aguas, oscuras bajo los puentes –records de ingeniería—que cruzamos repetidas veces a lo largo del recorrido. Dicen que lleva música. Como la vida , repleto. De los Alpes al mar Negro, tras ceñirse diez banderas, impresionante, emperador del continente, historia más allá de la historia, agua como la vida, principal arteria por donde subieran las sucesivas oleadas de homínidos.



 Y remontando, voy dando en pensar que también la evolución de la humanidad es como un río y que aquí, próxima a las lomas donde se asentaría Viena, donde el Danubio se reparte en brazos verdes, se deshilacha, se junta de nuevo en artísticos meandros, en rizos modernistas; ahí, a los pies de María Schiff, se dividían también los grupos del género homo, llegados desde lo que hoy es Palestina, o debería ser. Repartiendo el territorio entre las dos orillas; entonces aún, con espacio en abundancia; aún, minúsculos los grupos, frágiles, buscando refugio y alimento en lo lacustre; aventura y caza en las riberas por explorar. Cuando aprendíamos a hablar, con toda probabilidad, cantando. El río, la especie, mi propia vida, todo es fluir y hacer ruido.


sábado, 22 de agosto de 2020

Blue Goat 22

 La tarde de tan pesada y caliente me ha empujado a la orilla del río. Me tumbo en una de las playas de arena que la corriente forma, frente a mí una bandada de gansos canadienses que también deben andar amodorrados porque apenas se han movido con mi presencia, buscan refugio en una pequeña loma cubierta de verde, como sí temieran una crecida de las erizadas aguas, hoy verde grises con tremor de tormenta.

Así tumbada, recuerdo cuando estuvimos paseando por los senderos sencillos de los Alpes austríacos. Me llamó la atención la falta de mosquitos, también de lagartijas, u otro ofidio o reptil del que al menos se sospechara en un sonido de algo escondido en la hojarasca. Tampoco había pájaros o aves. Alguna mariposa, alguna mosca; creo recordar que fotografié a una araña. El motivo de esta desaparición de seres lo ignoro, aunque constato que cada año percibo su decrecimiento, claro, no tan acusado como en aquél paseo por un parque natural en un paraje casi virgen. Me extrañó, ¿serían los insecticidas?, ¿el cambio de clima? 


Los seres pequeños alimentan a los más grandes, por ello, a la ausencia de mosquitos justifiqué la ausencia de aves y lagartos. Van desapareciendo piezas del puzzle magnífico que ha conformado el alrededor de mi vida. ¿Y los mosquitos, a quién se comerían? Seguramente a seres más reducidos, a amebas, plasmodios, bacterias…Todo como un engranaje en el que ahora falta la pieza mosquito, desaparecen los devoradores y con toda probabilidad se multipliquen los devorados.

Las primeras gotas me obligan a levantarme del discurrir de la siesta ¡Qué ahora, en estas latitudes, se preparan unas lluvias monzónicas que te calan en un santiamén!


martes, 18 de agosto de 2020

Blue Goat 21

 La tarde, de siesta pesada y agostera, no impidió la cita con el río. Su agua se deslizaba en láminas de plata engañosas, tensas y alisadas frente a los gansos inquietos. Las bandadas de gaviotas iban de aquí para allá sin encontrar certeza en ninguna orilla. Hice algunas fotos, a la faz del río, al alargado cuello de las ánades, al contraluz de la horizontal de la ribera con esas volutas sugerentes y sin interrupción, perdidos los distintos verdes en el forzado objetivo de la cámara.


 Se levantó una nube grande, desvaída, de tinte amarillento, como abrazándose al aire aún caliente --apartando los cúmulos que la habían precedido. Se levantó cómo un gigante que poco a poco se estira tras dormir la siesta y brama de placer en un mundo que es sólo suyo; se tintó la bajura de grises densos, ramalazos de lluvia aún lejanos. 

Podrías apartar la tormenta— me dice H. –todavía quedan tomates por recoger.

Sacudo el brazo como despejando el monumental coloso que se abalanza y sólo consigo agitar una  ráfaga que sacude las ramas de los álamos del fondo del huerto, espantando unos cuervos que habían buscado allí refugio. En la algarabía de las aves se arremolinan las primeras gotas. A continuación la tormenta descarga arrebujada de voces y relámpagos. Cometiendo todas las imprudencias, escapamos hasta dar con nuestros seres ya escaldados en el hangar del club de piragüismo.

Esto es una señal —me digo—, el río me está esperando.


jueves, 13 de agosto de 2020

Blue Goat 20

 La eficacia me tiene de los nervios. Eficiencia lo llamaba una tal Maite, al final de los ochenta, cuando todavía éramos inocentes y creíamos en el resultado del esfuerzo propio; y vaya sí era eficiente la muchacha que consiguió hacerse con la verga más prometedora del grupo. Por aquél entonces o quizá diez años más tarde, recuerdo otro ejemplo de como la eficacia puede ser peligrosa. Andaba yo de pueblo en pueblo, de casa en casa –era más conveniente atender en los domicilios ya que las tenadas que hacían las veces de consultorio local no eran adecuadas ni para las bestias (dejadez de la administración que prefería gastarse los cuartos en renovar sofás en el despacho del delegado de turno). O sea, que iba de cocina en cocina, el sitio caliente en el invierno, entonces, cuando todavía había inviernos. 

En la casa de Antonio y Liduvina, pongamos que se llamaban así aunque en realidad no me acuerdo, la cocina estaba en el primer piso que era el habitable. En todos los cuartos que a lo sumo eran tres, no había puerta ni ventana que cerrara, digamos, de una forma eficaz, en todo su perímetro, siempre faltaba un trozo o no ajustaba o el cristal se había roto y con suerte habían cubierto el vano con un trozo de cartón. Los aires se colaban con sinuosos silbidos por los entresijos de aquellos puzzles. Como experta científica, visitadora con estudios yo les decía que no era conveniente que tuvieran calefacción de estufa de butano, que mejor lo primero arreglaban tanta raja y desajuste. Él me miraba y se reía, ella se encogía de hombros: tendrá que ser así, decía.

Años más tarde, en el siguiente milenio, me enteré de casualidad que un sobrino les había arreglado la cocina, alicatando hasta el techo y poniendo la ventana y puerta nuevas. Aquél invierno, una noche de diciembre, apenas pudo la Lidu llamar a urgencias, se les encontraron a los dos intoxicados por monóxido, Antonio no lo resistió. 

Como digo, la eficacia puede ser peligrosa. Mientras tanto, Maite, creo que tuvo dos hijos con el promesa.


miércoles, 12 de agosto de 2020

Blue goat 19

 Eran las tres y media de la tarde, había tenido la infeliz idea de dar un paseíto al perro y tomar un aperitivo en una taberna griega en el barrio de Oberkassel, en el este de Düsseldorf, volvía de semejante hazaña buscando la sombra aunque tuviera que dar vueltas. 

Al atravesar un parque, el aire detenido y espeso, vi un grupo de cuervos inmóviles –los hermosos cuervos alemanes--, como esos que ponen en las esquinas de los balcones para espantar a las palomas. Estos estaban sobre la hierba, aún verde en ese rincón, inmóviles y con los picos abiertos a lo que daba el pico. Sobreviviendo. 

Ni ellos ni yo estamos acostumbrados a estos extremos climáticos, los nativos mientras tanto continúan impertérritos pedaleando o haciendo footing, como sí no pasara nada las madres sacan a sus hijitos al parque. Las criaturas se desgañitan en llanto según se fríen. El sol es tan intenso –aquí la capa de ozono es menos densa—que los tomates sufren quemaduras antes de madurar y hay que protegerlos con más celo que en Castilla. 


Conseguí llegar hasta la casa sin desmayarme, me metí en una bañera de agua fría y agradecí aquél refrigerio como aquél oso blanco que teníamos en el Retiro bajo la cortina continúa de una ducha de agua helada. Pobre oso.


viernes, 7 de agosto de 2020

blue goat 18

Siempre, en el verano he huído hacia el norte. Cuando, de esta manera, te asegurabas una noche dormible. Ya fuera Asturias o el húmedo Londres. Unos años más tarde, con más posibles, elegía cruzar el mar del Norte en barco de vela o un fiordo a pie, el caso era disfrutar de la racha de llovizna que los días de julio o agosto propinan en terrenos septentrionales, azuleando las tardes, añorado el abrigo y la sopa caliente. ¡Qué gusto la noche salada en el barco varado frente a las costas de Jutlandia!

Ahora me encuentro que no hay descanso, que se han subido los grados y los sudores más allá del paralelo de Amsterdam. También las gentes --parece Tánger en las calles de Düsseldorf--, hay limoneros en los pequeños jardines alrededor de los árboles, empiezan a cubrir las ventanas con toldos y otros parapetos. Se agradece la sombra y el helado de zitrone. 
Más allá del paralelo y más allá del límite, ¿qué podríamos hacer por revertirlo?

domingo, 2 de agosto de 2020

Blue Goat 17

Me levanté con energía esta mañana, con mucha energía --con este elemento se puede hacer cualquier cosa, se puede abordar cualquier empresa, se puede forzar la dirección del azar que mueve el mundo--, con demasiada energía... Primero, organicé el plan de posible trabajo con mi equipo de ángeles, todos respondieron menos uno (con este he quedado a comer un cus-cus cualquier día que pudiéramos coincidir, aunque esto era poco probable dada la distancia a la qué, el disponer de tiempo para mí, me había conducido). Total, organizado el ejercito celestial, dimos en dar un paseo por un paisaje histórico y poético (Museum Insel) y aquí me atacó un presentimiento. Llamé inmediatamente a la autora de mis días, la encontré postrada dolorida, se había caído ayer en la cima palpitante de un golpe de calor.
Articulé el panorama familiar para conseguir valorar con pocos datos --la  visión de una anciana medio delirante  y quejosa-- la gravedad de los acontecimientos --así, como sí nada el discurrir del día te da un vuelco.
En resumen que ahora me ando enmascarada, frente a una puerta de embarque con destino al horno de los madriles. Mira por donde, probaré a tener una cita gastronómica con el ángel perdido

sábado, 1 de agosto de 2020

Blue Goat 16

Hoy parece ser  un día especial para el asunto de las celebraciones, se le conoce en algunas culturas de influencia gaélica --celta-- como Lammas, señalando el momento en que empieza la siega, se obtiene el primer trigo del año y se elabora el pan nuevo. Una fiesta de pueblos agricultores y metódicos que ofrecían a sus diosas y dioses estos primeros frutos de la labor del año. Para ello se encaramaban a colinas y montañas , allí bailaban, comerciaban, se emparejaban y compartían. Un  acontecimiento social que unía a las cuadrillas que a continuación se encargarían, en la sudada cosecha, de hatillar las espigas  a golpe de hoz. Una manera de auto envalentonarse frente al despiadado sol de agosto. La adaptación a  otras maneras de buscarnos la vida ha ido haciendo desaparecer estas antiguas tradiciones. En algunos lugares aún se conserva la costumbre de subirse a lo alto, como en la sierra de Guadarrama con la romería de Malangosto, que es el nombre del puerto al que se suben las romeras y romeros. Los más, a pie; algunos en bici, otros a caballo o  carro, aunque esto último tiene su riesgo dada la estrechez del camino y la falsedad del firme de la calzada.
Se subían en todo caso con una paellera --para hacer este arroz comunal frente a los monte pelados,  que a esa altura apenas tienen brezos. Era el rito esfuerzo común, como el de antaño, y comunión festiva de toma pan y moja que es el  saber atávico de lo que nos une. Hablo en pasado porque con la nueva normativa está prohibido hacer fuegos, aunque se consientan las carreras de montaña, el arado de montes, la caza y sus secuelas. Se nos va quedando el mundo pequeñito

viernes, 31 de julio de 2020

Blue Goat 15

Sería injusto no hacer más comentarios sobre esa bella ciudad, Viena, al borde del Danubio --cada gran río es fuente de poderosas culturas, cuna de formas y maneras, circuito comercial, vía de entrada en los continentes y factor preciso para el desarrollo de esta población de primates que compone el género humano. El Danubio suena a música y Viena es cuna de compositores. Es un punto de inspiración, algo hay en su aire que te lleva a soñar con ondas que se articulan en compases, en hojarasca que danza, en sutil caricia que acompaña tus pasos por sus calles. Hay algo en su luz que magnifica los colores, que refuerza los sonidos, que incrementa el roce de una caricia; también la locura encuentran aquí un fango nutritivo para alimentarse: el dolor más hondo, la risa más aguda; mientras, el tranvía se desliza tras una bicicleta cabalgada por una mujer bella y fuerte que no piensa acelerar el paso ni cambiar de camino.

Los cafés albergan miradas curiosas, charlas interminables, turistas a los que sabe mejor que nunca el pedazo de pan que aquí llaman semmeln, porque es un alemán distinto, con palabras de otra tribus, con estructuras más huesudas en los cuerpos, con poetas veinteañeros ocultos en un rincón de la terraza de la biergarten, garabateando palabras en un cuaderno. O sea, que me enamoré de esta ciudad

lunes, 27 de julio de 2020

Blues Goat 14

La cabra azul se paró durante unos días, aparcada en un Parking&Ride de la ciudad de Viena, cerca del Danubio. Mañana volverá a las carreteras, a las dinámicas autopistas de este país --creía que los conductores alemanes iban todos lanzados como sí tuvieran que llegar a donde fuera antes de que el monovolumen se les convirtiera en calabaza, pues resulta que cambié de opinión según cruce la frontera. Los camiones austriacos, en endiablada competición, zigzagueaban entre los carriles, ¡ aquello, sí era locura! Como pude y forzada, me adapté a confiar en alguna providencia que evitara el choque casi ineludible en aquella dinámica atroz. Llegamos a Viena, la prueba es que estoy escribiendo esto.

Mañana Cabra Azul trepará hasta el Tirol, seguro que contenta porque es monte y ya se sabe...
Dejaremos atrás una ciudad hermosa, bisagra de culturas, continua inspiración desde el detalle mínimo al edificio poderoso y altivo. Una ciudad de gente inquieta, atlética, bella; mezcla, como digo, de un oriente de perfume exquisito y un occidente de literatura y música. Ideal para cuentos, serenatas o viajes

sábado, 18 de julio de 2020

Blue Goat 13

A las orillas del Rhin llegan muchos tesoros, patos, gansos, cormoranes, zancudas de pico plano, gaviotas de cabeza negra, jóvenes con la cabeza cubierta, conducidas  en rebaño por un  familiar adolescente --eso sí, varón--, restos de fiestas o de hogueras, plásticos de colores chillones caídos quizá de alguna de  las largas barcazas que continuamente viajan río arriba --con dificultad--, o río abajo --mucho más ligeras. En las orillas del Rhin se han formado playas que amansan la corriente y dan sosiego al paseante, o al perro que se acerca a espantar a la despistada gaviota. Las niñas con el velo cubriendo sus hermosos y largos cabellos se dan empujoncitos mientras ríen, como antaño las ondinas --cuando había meandros e islotes que hacían menos peligroso el baño en estas aguas.

Por las aguas del Rhin bajaba el oro de las rocosas montañas del sur. Los gigantes de Escandinavia ascendían su fluir desde los bajíos donde se confundía con el mar. Se enamoraban de las niñas que jugaban en los bosquecillos de sus curvas escondidas, entre los fresnos, entre las hojas afiladas y planas de los cañaverales. Los gigantes rubios raptaban aquellas sirenas y pedían por su rescate  el oro que dormía posado en la arena del fondo

martes, 14 de julio de 2020

Blue Goat 12

Con imperturbable parsimonia, la lluvia cae pausada y tenaz. En esa forma de llover que cala y deja empapados los terrenos. Por algo no quise ir a regar esta mañana, aunque la jornada se prometía caliente y despejada. Tenía inspiración y deberes acumulados: los paisajes de las calles ahora percibidos en línea clara o con leves sombreados, los collages de la vegetalidad que me rodea, los retratos de unos niños (que he prometido ejecutar a la acuarela), unos cartones que llevan ya esperando unos días a ser reintervenidos.
 Compré un poco de material por el gusto hacerlo, unos pasteles, dos barritas Conté y un grafito que se disuelve bien en agua empastando líneas o sombreando nubarrones. Me negué a comprar papel, era ridículamente caro. En cualquier caso dejé este asunto para el azar que ha cumplido con creces. H. me dio una linda colección de hojas de colores planos y otras con diseños luminosos. En la calle se encuentran cartones de todos los tamaños --es este uno de mis materiales favoritos por su versatilidad. Así que esta mañana, según se iba nublando y la radio intercalaba canciones con las ya habituales noticias sobre el virus, ataque al denso material marrón de las planchas de papel acartonado

domingo, 12 de julio de 2020

Blue Goat 11

Llevamos tiempo manejando piedras como herramientas, de hecho nuestros primos cercanos en la filogenia también las utilizan. Por lo que cabe deducir que este asunto del darle a la piedra, común con chimpancés y otros primates, viene de muy largo, de antes de que nuestras ramas se separaran --y no me refiero a las de los árboles. O sea , cabría hablar de al menos unos seis millones de años. Seguramente la mitad de ese tiempo usáramos la piedra tal cual o como mucho escogiendo la que tuviera la forma adecuada para la realización de nuestros propósitos. Claro que a base de darle golpes, para, por ejemplo, chascar nueces, observáramos que de allí salían esquirlas de diferentes tamaños, y que estas, a menudo, presentaban bordes afilados con los que, seguro, más de una vez nos heriríamos los dedos. Sí cortaba nuestra piel, también podía cortar la del vecino, o las espigas de cereal primitivo, o los mimbres con los que conseguíamos termitas.
Así, se fueron probando utilidades, coleccionando buenas piedras y advirtiendo que, pasado un tiempo, perdían su filo. ¿Cuanto tiempo tardaría la hominida en fabricar el filo por si misma, sin esperar a que el azar se lo suministrara? A lo mejor, ¿dos millones de años?

 Empezó chascando un lado del canto rodado que abundaba en el río; quizá en medio millón de años más, fuera capaz de esculpir bifaces, cada vez más sofisticados y de mayor tamaño y al fin se animo a pulir aquellas joyitas. A hacerles agujeros... ¡cuidado!, estaba a punto de descubrir la rueda.
Blue Goat me llevó hasta Externsteine, allí, en uno de sus bosques encontré un bifaz --de hace unos doce mil años-- aún presentaba algo de filo en sus bordes cuidadosamente tallados, envuelto por un resto carbónico quemado por el fuego, quizá de una batalla o de una barbacoa

viernes, 10 de julio de 2020

Blue Goat 10

Los tomates crecen y se expanden, hay que construir un armazón que les de soporte. De hecho, ya tienen una colección de palos, unos verticales, otros atravesados que han ido dando apoyo a las primeras ramas. Aunque hacían falta muchos más debido a la ferocidad de las distintas plantas; unos, tomates tigre; otros, corazones de vaca; otros, tomates amarillos; y por último también se plantó tomate grosella. Andan ahora todos revueltos en una selva casi impenetrable. Por eso me puse muy contenta cuando descubrí fuertes juncos de bambú próximos al río, serían la solución para el andamiaje necesario que soportara toda esa tomatada.

Me fui con un serrucho esta mañana, no hay otra manera de cortar la dura caña. Elegí los que me parecieron de calibre y longitud adecuados, con todo hice un atillo aprovechando los pulpos que llevo siempre en el coche. Luego, por la tarde, mientras las bandadas de gansos tomaban el sol en los bajíos, seguí construyendo de forma anárquica y según van pidiendo las distintas ramas y su carga, un mecano babélico enredado en las flores que compiten con las distintas plantas de la solanácea

jueves, 9 de julio de 2020

Blue Goat 9

Está siendo el verano más extraño de la historia, por lo menos de mi historia.  Temperaturas infernales por debajo del paralelo cuarenta y nueve, invernales por encima, o por lo menos, muy húmedas, con descarga continua de los cúmulos tormentosos (esto evita tener que ir todos los días a regar el huerto) que a la par evitan que el sol caliente, lo cual es una bendición. Los bosques también se benefician, que llevaban ya dos años pasándolo fatal y con grave riesgo de ser devorados por los incendios que se ceban en otros lugares.

Aún sin sol, los tomates medran --¿quién lo iba a decir?--, en estas costas del caudaloso río Rin. Patricia apunta, mejor que el sol continúe oculto, porque si no, en dos días, tendríamos toda la cosecha. Por esto, nos apresuramos en guardar y limpiar frascos, para poder hacer conserva de tomate que dure hasta el invierno. Yo prefiero preparar gazpacho, ligero, nutritivo, refrescante. Importando nuevos hábitos en la cocina de los alemanes

lunes, 6 de julio de 2020

Blue Goat 8

- ¿Ha visto alguna vez el mar, Luisa?, -No, aunque, ¡ he visto el Duero!
Sonrio. El Duero como frontera, como límite de la geografía en la vida de esta mujer que viste de negro y arrima las ascuas al puchero donde se va haciendo, durante horas, el guiso de garbanzos. Yo he llegado más allá, hasta el mismísimo Rin, Rhine en alemán. Donde pastan ovejas, que no son las merinas de Castilla ya que da la impresión que la lana de estas fuera más basta y difícil de hilar.

Es una buena idea que estos rebaños anden por estas playas pedregosas y en sus lindes, además de cortar el césped, apretujan la tierra con sus pezuñitas para que la corriente no se la lleve en las riadas. Alex, mi perro, no puede resistirlo y las ladra desde el otro lado de la valla. Mientras, las aguas brillan verdosas y arremolinadas, embravecidas por aluviones de tormenta. Julio descarga los generosos cúmulos en cortinas sucesivas de lluvia que casi se diría tropical

sábado, 4 de julio de 2020

Blue Goat 7

¿Para qué quieres un coche que te ha costado una millonada sí no puedes correr? ¿Qué más da que los postes de la carretera te digan que no puedes ir a más de ochenta? o ¿que las señales luminosas se empeñen en informar que el límite de la velocidad son cien quilómetros a la hora? (señales dispuestas en cuatro paneles paralelos --como un homenaje a Andy Warhol-- imposible no verlas y leer su mensaje) ¿Para qué?

 Entonces es cuando el del Range Rover negro, de casi tres metros de altura --y no es un autobús-- pisa, por fuerza te adelanta para volver a cruzarse , te obliga a forzar la frenada que tú habías calculado más suave porque a escasos metros se encontraba colorada la luz del semáforo ¿Para qué? Sigues sin entenderlo cuando te das cuenta que más tarde le has adelantado porque él quería girar a la izquierda y en ese carril el azar ha dispuesto una larga fila de vehículos. Decides decirle adiós con la mano cuando pasas porque con todo ese diálogo de paraqués hasta le has cogido algo de cariño

viernes, 3 de julio de 2020

Blues Goat 6

Como las cigüeñas me desplacé hacia el norte para pasar el verano, también por intereses familiares que me reclamaban, por supuesto. El caso es que aquí hace más fresquito --mi sistema neuronal no funciona bien por encima de los treinta grados celsius--, resulta agradable pasear por los parques al mediodía, inspira a la composición poética, ayuda al estudio o a la meditación. Esta impresión de la temperatura, ¡es tan directa! que resulta difícil de imaginar como sufre el cuerpo cuando la piel se calienta y pesa.

Durante el viaje, en eso que llamaron eufemísticamente el adelanto de la canícula, cuando no se trataba de adelanto alguno --ya veréis que gracia cuando llegue agosto-- tuve que viajar casi todo el tiempo con el climatizador activado. Eso aumenta el consumo de petróleo, aunque tenía que elegir entre desmayarme, parar o enchufar el chisme citado. No es que no sea normal lo que está ocurriendo con el termómetro, es que esta fuera de toda valoración estadística. Nos acercamos a ala temperatura del Mioceno, cuando los cocodrilos habitaban Groenlandia

miércoles, 1 de julio de 2020

Blue Goat 5

La razón por la que no acababa de animarme a comprar un coche nuevo era, aunque parezca cursi, la tasa rampante de CO2 en el aire del planeta. Me inquietaba. Me aterrorizaba saber que no había vuelta a atrás. Que, sin remedio, el hielo del casquete norte se derretiría en su totalidad; enfrentados a nuevas situaciones, ¿qué locuras se nos ocurrirían?
Sí hubiera sido capaz de quedarme en casa no hubiera necesitado una nueva máquina. Opté a la postre por la de menor consumo, por lo menos acallaría un pelín la conciencia. Sí hubiera accedido a un sistema de transportes público, económico y poco contaminante , como es el tren, no hubiera precisado adquirir el Fíat.

Sin embargo, en este momento los ferrocarriles están en desuso, siendo la mejor opción. En lugar de invertir en trenes locales y regionales, servicio para todos, el gran capital (y el mamoneo) desparrama millones en trenes que se pasan de frenada, para dejar a la viajera tirada en una estación puesta en mitad del campo, lugares desiertos aunque con afán especulativo para propiciar el ladrillo a su alrededor

martes, 30 de junio de 2020

El larguísimo atardecer del Septentrión regalaba minutos de luz bajo la aspas de los modernos "gigantes" que con parsimonia constante giran sus cuatro brazos en el paisaje bien definido del campo belga, pulcritud de los colores aún al poniente. Como en un cuento de revista ecológica conduciendo el coche híbrido, arropada por los círculos de las aspas blancas. Una piensa mientras tanto en el buen nivel de vida de la región que atraviesa, en Moulinsart y el capitán Haddochk, en Milú...
Lo imposible se hace posible en el impulso de la decisión tomada sin titubeos, en la claridad de un propósito.

Una se lanza al viaje que siempre pudiera tener ese riesgo de precipicio abierto aunque improbable, una confía. También hay riesgos en las aceras cotidianas, en el ir y venir de los mercadeos habituales, en la respiración junto a desconocidos, en emprender estudios sin aplicación crematística, en los versos, en el llanto de un bebé...

lunes, 29 de junio de 2020

Blue Goat 3

Recorro la carretera en la dirección opuesta al sol, esto tiene sus ventajas, como que no ciega la vista. Sería peligroso para los que circulan en sentido contrario, por fortuna todo el camino es doble vía, que ahora en territorio belga --por cierto gratis-- dispone de un firme perfecto sobre el que mi Cabra Azul se desliza sin sobresaltos. Otra cosa fueron las francesas, caras y en obras.
El recorrido por Francia se hace interminable, es un país extenso y el ton-ton me ha llevado por la ruta más larga. Paré cerca de Orleans para repostar gasolina y merienda. Tras el sándwich me tumbé en un banco, de esos que acompañan a las mesas de picnic que, amablemente se encuentran esparcidas alrededor del aparcamiento. Estirar la espalda sobre la firmeza de la madera horizontal es un gran alivio. Alex se tumbó próximo, al alcance de mi mano. No sé porqué me incorporé de golpe, miré a Blue Goat, un joven estaba pegado, parecía investigar su interior. O probando sí la puerta estaba  abierta, o intentando arrancar el adorno lateral con el símbolo "eco".
Notó mi mirada sobre su actividad y se apartó del vehículo, haciendo como sí fuera casualidad. Me fui hacia allá para terminar la manzana sentada en el capó y así evitar posibles contratiempos. Desde la posición defensiva pude ver, con gran asombro, como una a rama seca de considerable calibre se desgajaba del árbol bajo el que unos segundos antes estaba tumbada, como daba contra el banco y se partía en dos.

domingo, 28 de junio de 2020

Blue Goat 2

Aproveché los infinitos quilometros para hacer el rodaje del coche. El anterior había sido un Fíat, su mecánica me había encantado: rápido, silencioso, adaptado a los caminos que solía frecuentar... Así que en el siguiente me incline de nuevo  por el hacer italiano. Al fin, fueron de los primeros en construir autómatas capaces de jugar al ajedrez y también capaces de convertir un muñeco de madera en un ser con sentimientos. Creo que gozan de la capacidad mágica de dar vida, o al menos, personalidad a lo mecánico.

Cruzaba los quilómetros siguiendo las instrucciones del ordenador de a bordo que conseguían una conducción cómoda y un ahorro importante de gasolina. Según mis cálculos estaba consumiendo unos cuatro litros cada cien quilómetros, con una velocidad media de unos ciento diez. En estos momentos de la historia del planeta, esto, la reducción de la contaminación es el tema que más me ocupa. Claro que se podría argumentar que más se ahorra no yendo a parte alguna. Más se ahorra muriendo, por supuesto, aunque eso significa estar fuera del juego. Así que, vivir y no contaminar (al menos, poco), esa sería la premisa. Como decían los clásicos: "Primum non nocere"

sábado, 27 de junio de 2020

Blues Goat 1

Iba tan a lo mío que ni siquiera paré a mirar el mapa. El coche nuevo, un Fíat Panda, apenas gastaba gasolina --este fue uno de los condicionantes de su compra--, me sentía culpable de quemar hidrocarburos, sólo la imperiosa necesidad de reunirme con el amor me empujaba a recorrer la distancia. Era la única justificación  y, aún así, cada litro de gasolina quemado pesaba en mi conciencia, conocedora del desastre que se avecinaba.
Sí, era la última centuria para la especie humana. No se trataba de un presentimiento, es la conclusión lógica del análisis de los datos, perfectamente accesibles a cualquiera. Esos datos decían que para el verano del 2030 no habría hielo polar en el casquete Norte.
 Le había dicho a una amiga, allá sobre el año 2000: ¡María qué nos quedamos sin hielo¡ No te preocupes, contestó, tengo mucho en el frigorífico.🙈🙈🙈😱😱😱

Mientras, cruzaba París atravesando las entrañas de la ciudad por un sin fin de túneles copados de veloces vehículos que no podían rodar a más de cinco quilometros por hora dada la tremenda densidad del tráfico.  Cientos de motoristas suicidas serpenteaban esquivando espejos retrovisores y maldiciones invisibles.

viernes, 26 de junio de 2020

Blue Goat 0

 El miércoles se levantó apretado de nubes preñadas de azul, gris y probable lluvia. Llevaba ya varios días preparando el viaje, casi con todo listo, las maletas silenciosas junto a la puerta, el perro que no sabía bien que iba a pasar aunque andaba agitado de aquí para allá siguiendo mis pasos y traspies con la mirada inocente de unos ojos grandes y castaños,  casi sin parpadear. Alex, el nombre el perro, presentía. Él siempre intuye, es el conocimiento magnífico de la raza perruna que interpreta, sin vueltas y con poco error, lo que ocurre en su entorno.

 El pronóstico del tiempo había dado tormentas, seguro que me pillaban a la altura de Vitoria. El plan, mi plan conmigo misma, era salir el jueves muy temprano, hacer el viaje en dos etapas; pararía a la altura de Poitiers que venía a ser la mitad del camino. Organizaba las camisetas, con siete tendría suficiente, los pares de zapatos sólo tres. No tenía por cierto nada, sí el viaje era para un par de meses o para una semana. En realidad viajaba hacia lo desconocido, como siempre se viaja por más que haga previsiones barométricas la página del tiempo en la web.
Sólo eran las diez de la mañana, los músculos ya estaban dispuestos, como sí tuviera que ir andando y no en vehículo. La cabeza a mil quilometros de distancia, la impaciencia creciendo: ¡nos vamos ya, Alexovich!, digo, mirándole con la felicidad de estar tomando una decisión afortunada.