sábado, 29 de agosto de 2020

Blue Goat 23

 Que la vida es como un río es un tópico utilizado sin descanso a lo largo de generaciones de filosofas y escritoras. No por eso se gasta el tópico que, como el agua, siempre se renueva y no te bañaras dos veces… Aún así, tengo que decirlo: siento el río de la vida discurrir. Ya no es arroyo impetuoso amante de granitos ni cascada perdida en cañones calizos. Hubo momentos de planicie y hastío donde las aguas calmas se perdían en charcos, cañaverales y pantanos,  como en el Danubio, inmenso en los llanos de la baja Austria. Sí hay un río largo que cruza Europa ese es el Danubio, frontera y puente, bisagra del oriente y occidente europeo. Cauce poderoso con densas aguas, oscuras bajo los puentes –records de ingeniería—que cruzamos repetidas veces a lo largo del recorrido. Dicen que lleva música. Como la vida , repleto. De los Alpes al mar Negro, tras ceñirse diez banderas, impresionante, emperador del continente, historia más allá de la historia, agua como la vida, principal arteria por donde subieran las sucesivas oleadas de homínidos.



 Y remontando, voy dando en pensar que también la evolución de la humanidad es como un río y que aquí, próxima a las lomas donde se asentaría Viena, donde el Danubio se reparte en brazos verdes, se deshilacha, se junta de nuevo en artísticos meandros, en rizos modernistas; ahí, a los pies de María Schiff, se dividían también los grupos del género homo, llegados desde lo que hoy es Palestina, o debería ser. Repartiendo el territorio entre las dos orillas; entonces aún, con espacio en abundancia; aún, minúsculos los grupos, frágiles, buscando refugio y alimento en lo lacustre; aventura y caza en las riberas por explorar. Cuando aprendíamos a hablar, con toda probabilidad, cantando. El río, la especie, mi propia vida, todo es fluir y hacer ruido.


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