viernes, 31 de julio de 2020

Blue Goat 15

Sería injusto no hacer más comentarios sobre esa bella ciudad, Viena, al borde del Danubio --cada gran río es fuente de poderosas culturas, cuna de formas y maneras, circuito comercial, vía de entrada en los continentes y factor preciso para el desarrollo de esta población de primates que compone el género humano. El Danubio suena a música y Viena es cuna de compositores. Es un punto de inspiración, algo hay en su aire que te lleva a soñar con ondas que se articulan en compases, en hojarasca que danza, en sutil caricia que acompaña tus pasos por sus calles. Hay algo en su luz que magnifica los colores, que refuerza los sonidos, que incrementa el roce de una caricia; también la locura encuentran aquí un fango nutritivo para alimentarse: el dolor más hondo, la risa más aguda; mientras, el tranvía se desliza tras una bicicleta cabalgada por una mujer bella y fuerte que no piensa acelerar el paso ni cambiar de camino.

Los cafés albergan miradas curiosas, charlas interminables, turistas a los que sabe mejor que nunca el pedazo de pan que aquí llaman semmeln, porque es un alemán distinto, con palabras de otra tribus, con estructuras más huesudas en los cuerpos, con poetas veinteañeros ocultos en un rincón de la terraza de la biergarten, garabateando palabras en un cuaderno. O sea, que me enamoré de esta ciudad

lunes, 27 de julio de 2020

Blues Goat 14

La cabra azul se paró durante unos días, aparcada en un Parking&Ride de la ciudad de Viena, cerca del Danubio. Mañana volverá a las carreteras, a las dinámicas autopistas de este país --creía que los conductores alemanes iban todos lanzados como sí tuvieran que llegar a donde fuera antes de que el monovolumen se les convirtiera en calabaza, pues resulta que cambié de opinión según cruce la frontera. Los camiones austriacos, en endiablada competición, zigzagueaban entre los carriles, ¡ aquello, sí era locura! Como pude y forzada, me adapté a confiar en alguna providencia que evitara el choque casi ineludible en aquella dinámica atroz. Llegamos a Viena, la prueba es que estoy escribiendo esto.

Mañana Cabra Azul trepará hasta el Tirol, seguro que contenta porque es monte y ya se sabe...
Dejaremos atrás una ciudad hermosa, bisagra de culturas, continua inspiración desde el detalle mínimo al edificio poderoso y altivo. Una ciudad de gente inquieta, atlética, bella; mezcla, como digo, de un oriente de perfume exquisito y un occidente de literatura y música. Ideal para cuentos, serenatas o viajes

sábado, 18 de julio de 2020

Blue Goat 13

A las orillas del Rhin llegan muchos tesoros, patos, gansos, cormoranes, zancudas de pico plano, gaviotas de cabeza negra, jóvenes con la cabeza cubierta, conducidas  en rebaño por un  familiar adolescente --eso sí, varón--, restos de fiestas o de hogueras, plásticos de colores chillones caídos quizá de alguna de  las largas barcazas que continuamente viajan río arriba --con dificultad--, o río abajo --mucho más ligeras. En las orillas del Rhin se han formado playas que amansan la corriente y dan sosiego al paseante, o al perro que se acerca a espantar a la despistada gaviota. Las niñas con el velo cubriendo sus hermosos y largos cabellos se dan empujoncitos mientras ríen, como antaño las ondinas --cuando había meandros e islotes que hacían menos peligroso el baño en estas aguas.

Por las aguas del Rhin bajaba el oro de las rocosas montañas del sur. Los gigantes de Escandinavia ascendían su fluir desde los bajíos donde se confundía con el mar. Se enamoraban de las niñas que jugaban en los bosquecillos de sus curvas escondidas, entre los fresnos, entre las hojas afiladas y planas de los cañaverales. Los gigantes rubios raptaban aquellas sirenas y pedían por su rescate  el oro que dormía posado en la arena del fondo

martes, 14 de julio de 2020

Blue Goat 12

Con imperturbable parsimonia, la lluvia cae pausada y tenaz. En esa forma de llover que cala y deja empapados los terrenos. Por algo no quise ir a regar esta mañana, aunque la jornada se prometía caliente y despejada. Tenía inspiración y deberes acumulados: los paisajes de las calles ahora percibidos en línea clara o con leves sombreados, los collages de la vegetalidad que me rodea, los retratos de unos niños (que he prometido ejecutar a la acuarela), unos cartones que llevan ya esperando unos días a ser reintervenidos.
 Compré un poco de material por el gusto hacerlo, unos pasteles, dos barritas Conté y un grafito que se disuelve bien en agua empastando líneas o sombreando nubarrones. Me negué a comprar papel, era ridículamente caro. En cualquier caso dejé este asunto para el azar que ha cumplido con creces. H. me dio una linda colección de hojas de colores planos y otras con diseños luminosos. En la calle se encuentran cartones de todos los tamaños --es este uno de mis materiales favoritos por su versatilidad. Así que esta mañana, según se iba nublando y la radio intercalaba canciones con las ya habituales noticias sobre el virus, ataque al denso material marrón de las planchas de papel acartonado

domingo, 12 de julio de 2020

Blue Goat 11

Llevamos tiempo manejando piedras como herramientas, de hecho nuestros primos cercanos en la filogenia también las utilizan. Por lo que cabe deducir que este asunto del darle a la piedra, común con chimpancés y otros primates, viene de muy largo, de antes de que nuestras ramas se separaran --y no me refiero a las de los árboles. O sea , cabría hablar de al menos unos seis millones de años. Seguramente la mitad de ese tiempo usáramos la piedra tal cual o como mucho escogiendo la que tuviera la forma adecuada para la realización de nuestros propósitos. Claro que a base de darle golpes, para, por ejemplo, chascar nueces, observáramos que de allí salían esquirlas de diferentes tamaños, y que estas, a menudo, presentaban bordes afilados con los que, seguro, más de una vez nos heriríamos los dedos. Sí cortaba nuestra piel, también podía cortar la del vecino, o las espigas de cereal primitivo, o los mimbres con los que conseguíamos termitas.
Así, se fueron probando utilidades, coleccionando buenas piedras y advirtiendo que, pasado un tiempo, perdían su filo. ¿Cuanto tiempo tardaría la hominida en fabricar el filo por si misma, sin esperar a que el azar se lo suministrara? A lo mejor, ¿dos millones de años?

 Empezó chascando un lado del canto rodado que abundaba en el río; quizá en medio millón de años más, fuera capaz de esculpir bifaces, cada vez más sofisticados y de mayor tamaño y al fin se animo a pulir aquellas joyitas. A hacerles agujeros... ¡cuidado!, estaba a punto de descubrir la rueda.
Blue Goat me llevó hasta Externsteine, allí, en uno de sus bosques encontré un bifaz --de hace unos doce mil años-- aún presentaba algo de filo en sus bordes cuidadosamente tallados, envuelto por un resto carbónico quemado por el fuego, quizá de una batalla o de una barbacoa

viernes, 10 de julio de 2020

Blue Goat 10

Los tomates crecen y se expanden, hay que construir un armazón que les de soporte. De hecho, ya tienen una colección de palos, unos verticales, otros atravesados que han ido dando apoyo a las primeras ramas. Aunque hacían falta muchos más debido a la ferocidad de las distintas plantas; unos, tomates tigre; otros, corazones de vaca; otros, tomates amarillos; y por último también se plantó tomate grosella. Andan ahora todos revueltos en una selva casi impenetrable. Por eso me puse muy contenta cuando descubrí fuertes juncos de bambú próximos al río, serían la solución para el andamiaje necesario que soportara toda esa tomatada.

Me fui con un serrucho esta mañana, no hay otra manera de cortar la dura caña. Elegí los que me parecieron de calibre y longitud adecuados, con todo hice un atillo aprovechando los pulpos que llevo siempre en el coche. Luego, por la tarde, mientras las bandadas de gansos tomaban el sol en los bajíos, seguí construyendo de forma anárquica y según van pidiendo las distintas ramas y su carga, un mecano babélico enredado en las flores que compiten con las distintas plantas de la solanácea

jueves, 9 de julio de 2020

Blue Goat 9

Está siendo el verano más extraño de la historia, por lo menos de mi historia.  Temperaturas infernales por debajo del paralelo cuarenta y nueve, invernales por encima, o por lo menos, muy húmedas, con descarga continua de los cúmulos tormentosos (esto evita tener que ir todos los días a regar el huerto) que a la par evitan que el sol caliente, lo cual es una bendición. Los bosques también se benefician, que llevaban ya dos años pasándolo fatal y con grave riesgo de ser devorados por los incendios que se ceban en otros lugares.

Aún sin sol, los tomates medran --¿quién lo iba a decir?--, en estas costas del caudaloso río Rin. Patricia apunta, mejor que el sol continúe oculto, porque si no, en dos días, tendríamos toda la cosecha. Por esto, nos apresuramos en guardar y limpiar frascos, para poder hacer conserva de tomate que dure hasta el invierno. Yo prefiero preparar gazpacho, ligero, nutritivo, refrescante. Importando nuevos hábitos en la cocina de los alemanes

lunes, 6 de julio de 2020

Blue Goat 8

- ¿Ha visto alguna vez el mar, Luisa?, -No, aunque, ¡ he visto el Duero!
Sonrio. El Duero como frontera, como límite de la geografía en la vida de esta mujer que viste de negro y arrima las ascuas al puchero donde se va haciendo, durante horas, el guiso de garbanzos. Yo he llegado más allá, hasta el mismísimo Rin, Rhine en alemán. Donde pastan ovejas, que no son las merinas de Castilla ya que da la impresión que la lana de estas fuera más basta y difícil de hilar.

Es una buena idea que estos rebaños anden por estas playas pedregosas y en sus lindes, además de cortar el césped, apretujan la tierra con sus pezuñitas para que la corriente no se la lleve en las riadas. Alex, mi perro, no puede resistirlo y las ladra desde el otro lado de la valla. Mientras, las aguas brillan verdosas y arremolinadas, embravecidas por aluviones de tormenta. Julio descarga los generosos cúmulos en cortinas sucesivas de lluvia que casi se diría tropical

sábado, 4 de julio de 2020

Blue Goat 7

¿Para qué quieres un coche que te ha costado una millonada sí no puedes correr? ¿Qué más da que los postes de la carretera te digan que no puedes ir a más de ochenta? o ¿que las señales luminosas se empeñen en informar que el límite de la velocidad son cien quilómetros a la hora? (señales dispuestas en cuatro paneles paralelos --como un homenaje a Andy Warhol-- imposible no verlas y leer su mensaje) ¿Para qué?

 Entonces es cuando el del Range Rover negro, de casi tres metros de altura --y no es un autobús-- pisa, por fuerza te adelanta para volver a cruzarse , te obliga a forzar la frenada que tú habías calculado más suave porque a escasos metros se encontraba colorada la luz del semáforo ¿Para qué? Sigues sin entenderlo cuando te das cuenta que más tarde le has adelantado porque él quería girar a la izquierda y en ese carril el azar ha dispuesto una larga fila de vehículos. Decides decirle adiós con la mano cuando pasas porque con todo ese diálogo de paraqués hasta le has cogido algo de cariño

viernes, 3 de julio de 2020

Blues Goat 6

Como las cigüeñas me desplacé hacia el norte para pasar el verano, también por intereses familiares que me reclamaban, por supuesto. El caso es que aquí hace más fresquito --mi sistema neuronal no funciona bien por encima de los treinta grados celsius--, resulta agradable pasear por los parques al mediodía, inspira a la composición poética, ayuda al estudio o a la meditación. Esta impresión de la temperatura, ¡es tan directa! que resulta difícil de imaginar como sufre el cuerpo cuando la piel se calienta y pesa.

Durante el viaje, en eso que llamaron eufemísticamente el adelanto de la canícula, cuando no se trataba de adelanto alguno --ya veréis que gracia cuando llegue agosto-- tuve que viajar casi todo el tiempo con el climatizador activado. Eso aumenta el consumo de petróleo, aunque tenía que elegir entre desmayarme, parar o enchufar el chisme citado. No es que no sea normal lo que está ocurriendo con el termómetro, es que esta fuera de toda valoración estadística. Nos acercamos a ala temperatura del Mioceno, cuando los cocodrilos habitaban Groenlandia

miércoles, 1 de julio de 2020

Blue Goat 5

La razón por la que no acababa de animarme a comprar un coche nuevo era, aunque parezca cursi, la tasa rampante de CO2 en el aire del planeta. Me inquietaba. Me aterrorizaba saber que no había vuelta a atrás. Que, sin remedio, el hielo del casquete norte se derretiría en su totalidad; enfrentados a nuevas situaciones, ¿qué locuras se nos ocurrirían?
Sí hubiera sido capaz de quedarme en casa no hubiera necesitado una nueva máquina. Opté a la postre por la de menor consumo, por lo menos acallaría un pelín la conciencia. Sí hubiera accedido a un sistema de transportes público, económico y poco contaminante , como es el tren, no hubiera precisado adquirir el Fíat.

Sin embargo, en este momento los ferrocarriles están en desuso, siendo la mejor opción. En lugar de invertir en trenes locales y regionales, servicio para todos, el gran capital (y el mamoneo) desparrama millones en trenes que se pasan de frenada, para dejar a la viajera tirada en una estación puesta en mitad del campo, lugares desiertos aunque con afán especulativo para propiciar el ladrillo a su alrededor