martes, 30 de junio de 2020

El larguísimo atardecer del Septentrión regalaba minutos de luz bajo la aspas de los modernos "gigantes" que con parsimonia constante giran sus cuatro brazos en el paisaje bien definido del campo belga, pulcritud de los colores aún al poniente. Como en un cuento de revista ecológica conduciendo el coche híbrido, arropada por los círculos de las aspas blancas. Una piensa mientras tanto en el buen nivel de vida de la región que atraviesa, en Moulinsart y el capitán Haddochk, en Milú...
Lo imposible se hace posible en el impulso de la decisión tomada sin titubeos, en la claridad de un propósito.

Una se lanza al viaje que siempre pudiera tener ese riesgo de precipicio abierto aunque improbable, una confía. También hay riesgos en las aceras cotidianas, en el ir y venir de los mercadeos habituales, en la respiración junto a desconocidos, en emprender estudios sin aplicación crematística, en los versos, en el llanto de un bebé...

lunes, 29 de junio de 2020

Blue Goat 3

Recorro la carretera en la dirección opuesta al sol, esto tiene sus ventajas, como que no ciega la vista. Sería peligroso para los que circulan en sentido contrario, por fortuna todo el camino es doble vía, que ahora en territorio belga --por cierto gratis-- dispone de un firme perfecto sobre el que mi Cabra Azul se desliza sin sobresaltos. Otra cosa fueron las francesas, caras y en obras.
El recorrido por Francia se hace interminable, es un país extenso y el ton-ton me ha llevado por la ruta más larga. Paré cerca de Orleans para repostar gasolina y merienda. Tras el sándwich me tumbé en un banco, de esos que acompañan a las mesas de picnic que, amablemente se encuentran esparcidas alrededor del aparcamiento. Estirar la espalda sobre la firmeza de la madera horizontal es un gran alivio. Alex se tumbó próximo, al alcance de mi mano. No sé porqué me incorporé de golpe, miré a Blue Goat, un joven estaba pegado, parecía investigar su interior. O probando sí la puerta estaba  abierta, o intentando arrancar el adorno lateral con el símbolo "eco".
Notó mi mirada sobre su actividad y se apartó del vehículo, haciendo como sí fuera casualidad. Me fui hacia allá para terminar la manzana sentada en el capó y así evitar posibles contratiempos. Desde la posición defensiva pude ver, con gran asombro, como una a rama seca de considerable calibre se desgajaba del árbol bajo el que unos segundos antes estaba tumbada, como daba contra el banco y se partía en dos.

domingo, 28 de junio de 2020

Blue Goat 2

Aproveché los infinitos quilometros para hacer el rodaje del coche. El anterior había sido un Fíat, su mecánica me había encantado: rápido, silencioso, adaptado a los caminos que solía frecuentar... Así que en el siguiente me incline de nuevo  por el hacer italiano. Al fin, fueron de los primeros en construir autómatas capaces de jugar al ajedrez y también capaces de convertir un muñeco de madera en un ser con sentimientos. Creo que gozan de la capacidad mágica de dar vida, o al menos, personalidad a lo mecánico.

Cruzaba los quilómetros siguiendo las instrucciones del ordenador de a bordo que conseguían una conducción cómoda y un ahorro importante de gasolina. Según mis cálculos estaba consumiendo unos cuatro litros cada cien quilómetros, con una velocidad media de unos ciento diez. En estos momentos de la historia del planeta, esto, la reducción de la contaminación es el tema que más me ocupa. Claro que se podría argumentar que más se ahorra no yendo a parte alguna. Más se ahorra muriendo, por supuesto, aunque eso significa estar fuera del juego. Así que, vivir y no contaminar (al menos, poco), esa sería la premisa. Como decían los clásicos: "Primum non nocere"

sábado, 27 de junio de 2020

Blues Goat 1

Iba tan a lo mío que ni siquiera paré a mirar el mapa. El coche nuevo, un Fíat Panda, apenas gastaba gasolina --este fue uno de los condicionantes de su compra--, me sentía culpable de quemar hidrocarburos, sólo la imperiosa necesidad de reunirme con el amor me empujaba a recorrer la distancia. Era la única justificación  y, aún así, cada litro de gasolina quemado pesaba en mi conciencia, conocedora del desastre que se avecinaba.
Sí, era la última centuria para la especie humana. No se trataba de un presentimiento, es la conclusión lógica del análisis de los datos, perfectamente accesibles a cualquiera. Esos datos decían que para el verano del 2030 no habría hielo polar en el casquete Norte.
 Le había dicho a una amiga, allá sobre el año 2000: ¡María qué nos quedamos sin hielo¡ No te preocupes, contestó, tengo mucho en el frigorífico.🙈🙈🙈😱😱😱

Mientras, cruzaba París atravesando las entrañas de la ciudad por un sin fin de túneles copados de veloces vehículos que no podían rodar a más de cinco quilometros por hora dada la tremenda densidad del tráfico.  Cientos de motoristas suicidas serpenteaban esquivando espejos retrovisores y maldiciones invisibles.

viernes, 26 de junio de 2020

Blue Goat 0

 El miércoles se levantó apretado de nubes preñadas de azul, gris y probable lluvia. Llevaba ya varios días preparando el viaje, casi con todo listo, las maletas silenciosas junto a la puerta, el perro que no sabía bien que iba a pasar aunque andaba agitado de aquí para allá siguiendo mis pasos y traspies con la mirada inocente de unos ojos grandes y castaños,  casi sin parpadear. Alex, el nombre el perro, presentía. Él siempre intuye, es el conocimiento magnífico de la raza perruna que interpreta, sin vueltas y con poco error, lo que ocurre en su entorno.

 El pronóstico del tiempo había dado tormentas, seguro que me pillaban a la altura de Vitoria. El plan, mi plan conmigo misma, era salir el jueves muy temprano, hacer el viaje en dos etapas; pararía a la altura de Poitiers que venía a ser la mitad del camino. Organizaba las camisetas, con siete tendría suficiente, los pares de zapatos sólo tres. No tenía por cierto nada, sí el viaje era para un par de meses o para una semana. En realidad viajaba hacia lo desconocido, como siempre se viaja por más que haga previsiones barométricas la página del tiempo en la web.
Sólo eran las diez de la mañana, los músculos ya estaban dispuestos, como sí tuviera que ir andando y no en vehículo. La cabeza a mil quilometros de distancia, la impaciencia creciendo: ¡nos vamos ya, Alexovich!, digo, mirándole con la felicidad de estar tomando una decisión afortunada.