Recorro la carretera en la dirección opuesta al sol, esto tiene sus ventajas, como que no ciega la vista. Sería peligroso para los que circulan en sentido contrario, por fortuna todo el camino es doble vía, que ahora en territorio belga --por cierto gratis-- dispone de un firme perfecto sobre el que mi Cabra Azul se desliza sin sobresaltos. Otra cosa fueron las francesas, caras y en obras.
El recorrido por Francia se hace interminable, es un país extenso y el ton-ton me ha llevado por la ruta más larga. Paré cerca de Orleans para repostar gasolina y merienda. Tras el sándwich me tumbé en un banco, de esos que acompañan a las mesas de picnic que, amablemente se encuentran esparcidas alrededor del aparcamiento. Estirar la espalda sobre la firmeza de la madera horizontal es un gran alivio. Alex se tumbó próximo, al alcance de mi mano. No sé porqué me incorporé de golpe, miré a Blue Goat, un joven estaba pegado, parecía investigar su interior. O probando sí la puerta estaba abierta, o intentando arrancar el adorno lateral con el símbolo "eco".
Notó mi mirada sobre su actividad y se apartó del vehículo, haciendo como sí fuera casualidad. Me fui hacia allá para terminar la manzana sentada en el capó y así evitar posibles contratiempos. Desde la posición defensiva pude ver, con gran asombro, como una a rama seca de considerable calibre se desgajaba del árbol bajo el que unos segundos antes estaba tumbada, como daba contra el banco y se partía en dos.
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