viernes, 7 de agosto de 2020

blue goat 18

Siempre, en el verano he huído hacia el norte. Cuando, de esta manera, te asegurabas una noche dormible. Ya fuera Asturias o el húmedo Londres. Unos años más tarde, con más posibles, elegía cruzar el mar del Norte en barco de vela o un fiordo a pie, el caso era disfrutar de la racha de llovizna que los días de julio o agosto propinan en terrenos septentrionales, azuleando las tardes, añorado el abrigo y la sopa caliente. ¡Qué gusto la noche salada en el barco varado frente a las costas de Jutlandia!

Ahora me encuentro que no hay descanso, que se han subido los grados y los sudores más allá del paralelo de Amsterdam. También las gentes --parece Tánger en las calles de Düsseldorf--, hay limoneros en los pequeños jardines alrededor de los árboles, empiezan a cubrir las ventanas con toldos y otros parapetos. Se agradece la sombra y el helado de zitrone. 
Más allá del paralelo y más allá del límite, ¿qué podríamos hacer por revertirlo?

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