miércoles, 1 de julio de 2020

Blue Goat 5

La razón por la que no acababa de animarme a comprar un coche nuevo era, aunque parezca cursi, la tasa rampante de CO2 en el aire del planeta. Me inquietaba. Me aterrorizaba saber que no había vuelta a atrás. Que, sin remedio, el hielo del casquete norte se derretiría en su totalidad; enfrentados a nuevas situaciones, ¿qué locuras se nos ocurrirían?
Sí hubiera sido capaz de quedarme en casa no hubiera necesitado una nueva máquina. Opté a la postre por la de menor consumo, por lo menos acallaría un pelín la conciencia. Sí hubiera accedido a un sistema de transportes público, económico y poco contaminante , como es el tren, no hubiera precisado adquirir el Fíat.

Sin embargo, en este momento los ferrocarriles están en desuso, siendo la mejor opción. En lugar de invertir en trenes locales y regionales, servicio para todos, el gran capital (y el mamoneo) desparrama millones en trenes que se pasan de frenada, para dejar a la viajera tirada en una estación puesta en mitad del campo, lugares desiertos aunque con afán especulativo para propiciar el ladrillo a su alrededor

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