domingo, 12 de julio de 2020

Blue Goat 11

Llevamos tiempo manejando piedras como herramientas, de hecho nuestros primos cercanos en la filogenia también las utilizan. Por lo que cabe deducir que este asunto del darle a la piedra, común con chimpancés y otros primates, viene de muy largo, de antes de que nuestras ramas se separaran --y no me refiero a las de los árboles. O sea , cabría hablar de al menos unos seis millones de años. Seguramente la mitad de ese tiempo usáramos la piedra tal cual o como mucho escogiendo la que tuviera la forma adecuada para la realización de nuestros propósitos. Claro que a base de darle golpes, para, por ejemplo, chascar nueces, observáramos que de allí salían esquirlas de diferentes tamaños, y que estas, a menudo, presentaban bordes afilados con los que, seguro, más de una vez nos heriríamos los dedos. Sí cortaba nuestra piel, también podía cortar la del vecino, o las espigas de cereal primitivo, o los mimbres con los que conseguíamos termitas.
Así, se fueron probando utilidades, coleccionando buenas piedras y advirtiendo que, pasado un tiempo, perdían su filo. ¿Cuanto tiempo tardaría la hominida en fabricar el filo por si misma, sin esperar a que el azar se lo suministrara? A lo mejor, ¿dos millones de años?

 Empezó chascando un lado del canto rodado que abundaba en el río; quizá en medio millón de años más, fuera capaz de esculpir bifaces, cada vez más sofisticados y de mayor tamaño y al fin se animo a pulir aquellas joyitas. A hacerles agujeros... ¡cuidado!, estaba a punto de descubrir la rueda.
Blue Goat me llevó hasta Externsteine, allí, en uno de sus bosques encontré un bifaz --de hace unos doce mil años-- aún presentaba algo de filo en sus bordes cuidadosamente tallados, envuelto por un resto carbónico quemado por el fuego, quizá de una batalla o de una barbacoa

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