viernes, 31 de julio de 2020

Blue Goat 15

Sería injusto no hacer más comentarios sobre esa bella ciudad, Viena, al borde del Danubio --cada gran río es fuente de poderosas culturas, cuna de formas y maneras, circuito comercial, vía de entrada en los continentes y factor preciso para el desarrollo de esta población de primates que compone el género humano. El Danubio suena a música y Viena es cuna de compositores. Es un punto de inspiración, algo hay en su aire que te lleva a soñar con ondas que se articulan en compases, en hojarasca que danza, en sutil caricia que acompaña tus pasos por sus calles. Hay algo en su luz que magnifica los colores, que refuerza los sonidos, que incrementa el roce de una caricia; también la locura encuentran aquí un fango nutritivo para alimentarse: el dolor más hondo, la risa más aguda; mientras, el tranvía se desliza tras una bicicleta cabalgada por una mujer bella y fuerte que no piensa acelerar el paso ni cambiar de camino.

Los cafés albergan miradas curiosas, charlas interminables, turistas a los que sabe mejor que nunca el pedazo de pan que aquí llaman semmeln, porque es un alemán distinto, con palabras de otra tribus, con estructuras más huesudas en los cuerpos, con poetas veinteañeros ocultos en un rincón de la terraza de la biergarten, garabateando palabras en un cuaderno. O sea, que me enamoré de esta ciudad

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